BENITO
PÉREZ GALDÓS, Y GUADALAJARA
Memoria
de Galdós, a los cien años de su muerte
Quizá, si lo pudiese hacer, don Federico
Carlos Saínz de Robles que conoció, además de los entresijos de Madrid, algún
que otro detalle de la vida de Pérez Galdós, nos daría cuenta de cuál fue el
motivo que llevó al gran escritor a fijarse con tanto detenimiento en la
provincia de Guadalajara para, sin ser nativo de ella, sacarla a relucir en sus
obras a través de sus pueblos, cuando la ocasión le fue propicia.
Pudiera ser el primer motivo el que don
Benito, recién llegado a Madrid por aquellos tiempos en los que España se
debatía entre República y Monarquía, al filo de la mitad del siglo XIX, fue a
aposentarse en una de aquellas pensiones madrileñas en las que se podía llevar
vida hogareña con trato familiar, como anunciaban. Pensión situada en la calle
de la Abada esquina a la del Olivo regentada, casualidades del destino, por una
paisana, natural de Bujalaro, Melitona Mula de nombre, quien llevaba el negocio
en compañía de su marido, Jerónimo, con la asistencia de una sobrina mocetona,
también de Bujalaro.
Pensión en la que recalaban, y recalaron,
algunos conocidos escritores, médicos y cronistas de nuestra tierra y que
quizá, alguno de ellos, fuese el más que afamado “Doctor Centeno”, al que
Galdós dio vida en la referida pensión y al que puso a vivir, nueva casualidad,
en el entresuelo derecha. Justo donde vivía un conocido médico natural de
Maranchón, don Laureano Bueno. Novela que reposaría casi veinte años en el
cajón antes de que viese la luz en 1883. Dicho sea de paso, que la pensión le
costaba a nuestro hombre ocho reales diarios, todo incluido. Por espacio de
casi diez años vivirá en ella don Benito.
Aunque canario de nacimiento, bien podría
decirse que fue madrileño de corazón, de sentimiento y de raigambre, puesto que
en Madrid pasó la mayor parte de su vida
y a Madrid dedicó lo mejor de su obra siendo, por antonomasia, el
escritor-cronista de la historia del Madrid del siglo XIX, mucho antes de que
comenzase aquella labor que lo llevaría a ser quizá el más prolífico autor de
su tiempo, con permiso de don Manuel Fernández y González.
Los episodios Nacionales
Antes de que el Doctor Centeno fuese
conocido por el público, ya había dado a la imprenta alguno de los primeros
capítulos de sus “Episodios Nacionales”, referidos a la primera parte que nos
contaba los inicios históricos, y guerreros, del siglo XIX, y en donde,
principalmente a través del personaje protagonista, Gabriel Araceli, nos irá reseñando
las venturas y desventuras de alguno de nuestros pueblos durante la Guerra de
la Independencia, principalmente a través del libro dedicado al “Empecinado”,
al que se asoman una y otra vez, porque la historia así lo requería, los
pueblos de la provincia de Guadalajara por los que Juan Martín persiguió en
unas ocasiones y fue perseguido en otras, desde Jadraque a Cogolludo y desde
Atienza a Guadalajara pasando por Brihuega o Cifuentes.
Y si bien en esta primera serie ya se nos
cruzan las poblaciones de la Alcarria con las serranas, ha de ser en la cuarta
serie en la que nos cuente la historia que comienza por el año de gracia de
1848, en donde la provincia, y alguna de sus villas y ciudades principales
adquieran protagonismo, dos por encima de todas las demás, la ciudad de
Sigüenza y la villa de Atienza, puesto que natural de Sigüenza será el
protagonista de la serie, Pepe Fajardo, marqués de Beramendi a quien, quizá
conociendo el hermanamiento que entre ambas poblaciones hubo sobre todo a lo largo
del siglo XVIII, le dio como solar natal de la familia la villa de Atienza, y
en Atienza comenzarán las venturas y desventuras de Pepe Fajardo antes de que
llegue, tras la celebración de sus esponsales madrileños, en viaje de novios, a
la castillera Atienza en el glorioso episodio que lleva por título “Narváez”;
en los anteriores ya se nos traza la figura del castillo de Atienza, como se
nos trazan las calles, los paisajes y los personajes.
Ya contamos, a través de Nueva Alcarria, la
otra casualidad que llevó, tal vez, a que Galdós se fijase en la villa de
Atienza por aquellos años –corrían cuando la cuarta serie de los Episodios
comenzaba a ver la luz los primeros años del siglo XX-, la casualidad no era
otra sino que dos mocetonas, naturales de Atienza, asistían en su casa. De ahí
que Galdós hiciese el viaje a Atienza y se alojase en la casona que todavía al
día de hoy conserva su primitiva estructura, del atencino Calixto Lázaro
Chicharro.
Un primer viaje a Sigüenza
Fue en el mes de octubre, década de 1870, cuando
como corresponsal del periódico “Las Cortes” cubrió el viaje triunfal del
general Serrano desde Madrid a Zaragoza, con parada obligatorio en la ciudad de
los obispos, donde el general Serrano se detuvo a saludar a su amigo, el obispo
seguntino don Francisco de Paula Benavides y Navarrete.
Aquel viaje en tren hubo de durar varios
días, pues si bien las paradas eran escasas la velocidad era muy limitada para
que no volaran del tren las banderas y gallardetes con que iba engalanado, ni
que se apagasen los flameros que durante la noche iluminaban su paso.
Fue entonces cuando Galdós conoció por vez
primera sobre el terreno, la campechanía de los hombres y las tierras de
Guadalajara.
A Sigüenza retornó en alguna ocasión, en los
largos viajes que en unión de su sobrino, José Hurtado de Mendoza, y en calesa,
lo llevaron a conocer no sólo los alrededores de Madrid, también muchas de las
poblaciones de Guadalajara, pues era, don Benito, un viajero empedernido.
En numerosas ocasiones se anunció su visita
a Guadalajara capital, sobre todo desde que su sobrino opositase a un puesto en
la Academia de Ingenieros Militares, y aunque no dudamos de que en alguna
ocasión hubo de visitar la capital de la Alcarria, no hay constancia de su estancia;
a pesar de que fue asiduo colaborador del semanario Flores y Abejas a través
del que se dieron a conocer, sobre todo en el primer decenio del siglo XX, sus
obras. En el semanario firmó una docena de artículos que son al día de hoy
bandera de la devoción que Galdós sintió por Guadalajara.
Jadraque
Tampoco escapó Jadraque a la mirada de don
Benito. Sobre todo cuando a Jadraque se retiró, a reposar de sus males, don
José Ortega y Munilla. Como Galdós, ilustre pluma en la prensa y la novela. A
Jadraque se retiró Ortega Munilla tras sufrir una caída de caballo que lo tuvo
postrado durante algunos meses. Ambos, Ortega y Galdós mantenían amistad de
antiguo. Corría el año de 1884 cuando Ortega Munilla buscó el reposo de
Jadraque, en donde trazó las líneas de su exitosa novela “Cleopatra Pérez” y,
quizá, la que centró en Atienza, “Nuño Pérez”. Desde Jadraque, Ortega Munilla escribe a
Galdós para invitarle a pasar unos días en la tranquila localidad en la que se
siente, al poco de llegar, totalmente integrado entre un vecindario que le
recibe con los brazos abiertos, y atiende solícito a todas sus necesidades,
sabedores de la alta personalidad que tienen entre ellos. En la carta, llena de
consejos y elogiosa hacía la población que le acoge, le envía el horario de trenes y diligencias,
así como un pequeño plano con la ubicación de la casa, en la calle Mayor.
El Caballero Encantado
Numerosas, son las poblaciones de
Guadalajara, al margen de las arriba señaladas, que pasean por las páginas de
la obra de Pérez Galdós, al que ahora se recuerda al cumplirse, en unos días,
los primeros cien años de su ausencia.
Y si en muchas novelas y obras de teatro
sacó Galdós a relucir el nombre de Guadalajara, fue en una de sus últimas
obras, El Caballero Encantado, en donde desfilan nombres que a todos los oídos
suenan, comenzando por Zorita de los Canes, y siguiendo por Taravilla, Molina,
Maranchón, Sigüenza, o Atienza, antes de adentrarse en tierras sorianas por
Barahona.
Cien años se cumplen de la ausencia del
escritor por excelencia de Madrid, un escritor que también llevó a las páginas
de su obra la provincia de Guadalajara que, como sus pueblos, no deben dejar de
recordar al hombre y su obra. Quizá, una de las más prolíficas de un autor con
nombre patrio, admirado más allá del tiempo que le tocó vivir.
Tal vez, volver a leer su obra sea el mejor
homenaje que le pueda dedicar. Ello significa que sigue entre nosotros.
Tomás Gismera
Velasco
Guadalajara en la
Memoria
Periódico Nueva
Alcarria
Guadalajara,
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