CERCADILLO, EL GORMELLÓN Y SAL SI PUEDES

  CERCADILLO, EL GORMELLÓN Y SAL SI PUEDES

La localidad, en las cercanías de Sigüenza, contó con una importante industria salinera

 

    Figuraron, las salinas del Gormellón, hasta que a su Católica Majestad don Felipe II se le ocurrió llevar a cabo uno de los primeros estancos salineros conocidos, entre las más productivas de la comarca del Valle del Salado, situadas en la localidad de Cercadillo, en los límites de esta con la localidad de Santamera, por donde pasó el camino que desde Castilla condujo a las otras importantes factorías de la comarca, La Olmeda e Imón.

   Entonces, cuando a don Felipe II se le ocurrió sacar provecho de las salinas, que de la sal ya lo venía obteniendo, el Valle del Salado era un inmenso polígono industrial en el que, de sus doscientas explotaciones, diez arriba o abajo, se obtenía rendimiento. El pueblo de Cercadillo, como otros de la comarca, vivía en parte del trabajo de las salinas, sirviendo en el tiempo de la recolección a los amos y señores de aquellas, cercanos parientes de los grandes Mendoza.

 

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Cercadillo, pueblo y gentes

   En la actualidad Cercadillo es uno de esos pueblos inmersos en el silencio de la serranía de Guadalajara, hermoso siempre, tanto como sus tierras vistas desde las alturas del cerro de su iglesia, una de aquellas que se levantó sobre la original románica cuando el siglo XVI cambió la fisonomía de muchas de ellas; les alzó torres campaneras que sustituyeron a las espadañas y dotó a su interior de hermosos retablos. El primitivo de la parroquial de Cercadillo cuentan se debió a uno de los grandes artífices en este arte dentro del obispado de Sigüenza, don Martín de Vandoma. El retablo que se ajustó con Vandoma, quien trabajó con amplitud para la catedral seguntina, se apalabró y documentó el 14 de mayo de 1560, y en el ajuste intervinieron, entre otros nombres de sonora historia, el platero don Martín de Covarrubias, quien tanto arte distribuyó, a través de cruces parroquiales, por el obispado y la comarca. Prueba, sin duda, de que la parroquial de Cercadillo era en este tiempo, como el mismo pueblo, pujante en cuanto a posibles. El retablo, que debía de haberse concluido en 1562, se retrasó unos años más, puesto que se oficializó su entrega en 1567.

   La iglesia contó, como la mayoría de ellas, de dos importantes cofradías, la Vera Cruz y la de Ánimas del Purgatorio, encargada de acompañar hasta el último reposo a aquellos que partían del reino de los vivos para encontrarse con sus ancestros en el más allá.

   Tiene, la iglesia de Cercadillo, una privilegiada situación, dominando sobre el valle, y luce, quizá desde los últimos años del siglo XIX, uno de los estarcidos, o esgrafiados comarcales, más significativo. En la actualidad, a muchos de estos templos, e incluso casas particulares, se los trata de desnudar las fachadas en busca de la piedra, sin tener en cuenta que estas fachadas se hicieron para cubrirse de argamasa, y su enlucido se embelleció con hermosas muestras como la que Cercadillo luce. Y es que, el estarcido, o el esgrafiado, también son hermosos ejemplos de arte.

 

Sal si puedes, una calle y una historia

    Cercadillo perteneció, desde el lejano siglo XIV, a los importantes condes y luego duques de Medinaceli; desde que, en aquello de las Guerras de los Infantes de Aragón, los de este reino tomasen como rehén a don Gastón de la Cerda, quien sería cuarto conde de Medinaceli, y yerno de don Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana.

   A don Gastón se lo llevaron los aragoneses; lo retuvieron durante algún tiempo; lo liberaron después y, cuando se vio libre, reunió a sus gentes y cargó, a mandoble de espada, contra sus captores, quebrantando sin duda más de cuatro costillas. El rey de Castilla, don Juan II, por resarcir sus penas, puso en sus manos unas cuantas poblaciones, haciéndolo Señor de ellas, hasta entonces pertenecieron a Tierra de Atienza, entre ellas, Cercadillo. Si bien es cierto que tampoco estuvo Cercadillo mucho tiempo bajo las alas del condado-ducado de Medinaceli, pues a poco vendió una porción de ellas a quienes habían de ser condes de Coruña, la de la provincia de Soria, y vizcondes de Torija, en cabeza entonces de don Lorenzo Suárez de Figueroa, cuñado a la sazón de don Gastón, puesto que don Lorenzo fue hijo del Marqués de Santillana.

   Bajo el directo mando de los condes de Coruña y Vizcondes de Torija, quienes pusieron como cabecera de esta parte de sus tierras a la hidalga Villa de Paredes de Sigüenza, permaneció Cercadillo viendo el discurrir de los siglos; revolviéndose, como lo hicieron la mayoría de los pueblos a Paredes sometidos, contra la justicia de esta Villa. Cercadillo no logró su sueño de independencia, alzándose con el título de Villa, al que aspiraron un buen número de los antiguos lugares; el Rey, don Fernando VII, bajo su reinado se encontraban, concedió el villazgo a Alcolea de las Peñas y Romanillos, el resto continuarían bajo la graciosa justicia de Paredes. A pesar de que, en los pleitos, gastó Cercadillo más reales de los que se podía imaginar.

   Es seguro que ya en este siglo XIX estaba conformado el callejero, con sus calles del Humilladero, de las Fuentes, Real, del Cubillo, de la Iglesia, y Sal Si Puedes, que es calle de sonoro nombre y retorcido genio.

   Algunas otras calles llevan este nombre en otros lugares, nombre que indica lo que son, encogidas callejas por las que algunos entran y no encuentran salida. Y si la encuentran, darán pie al acertijo que parece indicarnos el letrero.

 

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Las Salinas del Gormellón

   La referencia más lejana en torno a las salinas del Gomellón, o del Goriñela, el arroyo que las circunda, se remonta al siglo XIV, por entonces pertenecientes a una rama de los Mendoza, de la que pasaron, en el siglo siguiente, a don Juan Hurtado de Mendoza, conde de Fresno de Torote; del III conde, entrados en el siglo XVI, pasaron a doña María de Mendoza y Luna, quien contrajo nupcias con un madrileño de sonoro apellido, Gaspar Ramírez de Vargas quien, en posesión de las salinas, las puso en arrendamiento.

   Productivas eran, puesto que sus arrendadores, Diego de Lallo, Pedro de Carranza y Juan Ortiz de la Cámara, pagaban crecidas sumas por su laboreo. Hasta que llegó aquel dichoso año de gracia de 1564, cuando el 10 de agosto, don Felipe II incorporó estas, y algunas otras salinas más, a la Corona, luego que los Reyes Católicos abriesen la mano y permitiesen que algunas explotaciones continuasen en manos particulares, tras la declaración de Alfonso X de que esta riqueza la puso Dios en la tierra para usar de ella reyes y emperadores. A Ramírez de Vargas, a cambio de quedarse sin sus salinas, concedió el Rey los señoríos de Castillejo, Acedrón, Villarubio y Saelices, en la provincia de Cuenca, lo que se haría efectivo en 1571.

   Y con las salinas en su poder, mandó el Rey cerrar la fábrica y encenagar los pozos, para que no fuesen utilizados, como con tantas más, a beneficio de las de Imón y La Olmeda; a menos sal, mayor precio.

   Cuatrocientos años después volvieron a ponerse en funcionamiento, a partir de 1869, cuando se decretó el definitivo desestanco de la sal y volvieron a reabrir los pozos encenagados en el valle. Entonces las adquirió una familia entroncada con la explotación de la plata de Hiendelaencina, don Silverio Ibave Cortázar, hermano de don Benito, el todopoderoso amo de la fábrica de plata La Constante. En poder de la familia se encontraron hasta que la sal de esta tierra dejó de ser productiva y, poco a poco, las salinas fueron quedando abandonadas y los pueblos en silencio.

   Hermosas historias y grandes episodios los que se esconden tras el sentir de nuestros pueblos.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 24 de febrero de 2023

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